De víctima a protagonista, ventajas y desventajas

Por Marcelo Vázquez Avila

«Cuando soplan vientos de cambio, algunos construyen muros. Otros, Molinos»

Ante los momentos que nos toca vivir podemos optar por no hacer nada y ser como una hoja que se deja llevar por la corriente o, por otro lado, ser esa piedra que, tras haber tocado fondo, aprovecha la fuerza del río para asomar en la superficie, reluciente y atractiva. Queda claro que nadie sale indemne de estos viajes, pero nos convertiremos sin duda en héroes de nuestras propias historias.

Experimentar miedo e incertidumbre en la actual pandemia por COVID-19 es normal. Sin embargo, debemos saber gestionar, por nosotros y por los nuestros, esos pensamientos más negativos y fatalistas. Solo así lograremos que nuestra mente unida a nuestra emoción sea siempre nuestra mejor aliada en los tiempos adversos que nos toca vivir.

Cuando hablamos de crisis ya sea universal o personal hay algo que casi siempre está presente: una pérdida. A veces, pasamos por esas encrucijadas donde estamos obligados a asumir que hay un aspecto de nuestra vida que debe quedarse atrás y que ya no somos los mismos de ayer. Otras veces, perdemos algo o a alguien y llegan imprevistos que nos obligan a asumir cambios, iniciar luchas e invertir recursos personales para no perdernos, para no dejarnos llevar por esos golpes aparentemente injustos del destino.

Tdo ello nos anima a considerar  un hecho casi evidente. Ante la adversidad tenemos dos opciones, quedarnos quietos o avanzar, ser víctimas eternas de nuestras propias circunstancias o alzarnos como merecedores de nuevas oportunidades. Cabe decir no obstante que no es fácil, nadie nos ha enseñado nunca cómo se hace eso de ser «protagonistas» ni qué tipo de estrategias debemos aplicar para sortear esos obstáculos que como en este caso, nos sitúan en la esquina de la indefensión…

«Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos». –Albert Einstein

Crisis: la pérdida de nuestro preciado equilibrio

Hemos podido comprobar en nuestra vida, que perder el trabajo, afrontar una separación, ver ante el espejo que ya no somos tan jóvenes como antes, descubrir que las personas que apreciamos no lo hacen del mismo modo… Todo ello son acontecimientos «casi» normativos en nuestros ciclos vitales y sin embargo, por muy comunes que sean nunca nos acostumbraremos a dichas circunstancias.

Que esto sea así, que lo sintamos de este modo se debe a un hecho muy concreto: pensamos que la felicidad es equilibrio, una sensación de seguridad y de que todo queda bajo nuestro control. Por tanto, cualquier alteración, por pequeña que sea, se interpreta como una amenaza, un evento imprevisto ante el cual no sabemos muy bien cómo responder.

Pero luego nos damos cuenta de que la auténtica inteligencia está en saber adaptarse a los cambios con la cabeza bien alta y la mirada despierta. Al fin y al cabo, nada de lo que llega se queda, y nada de lo que se va se pierde del todo. Resistirse a ellos es lo que duele, asumirlos es entender que sin cambios no hay mariposa.

Hay un dato que no deja de ser curioso al respecto de los cambios: nuestra especie ha llegado hasta donde se encuentra gracias a ellos, y al progreso evolutivo que esas pequeñas innovaciones nos han ofrecido. Sin embargo, el cerebro prefiere la permanencia, la estabilidad y esa zona de confort donde no hay peligros y donde nuestra supervivencia queda salvaguardada. 

Ahora bien, en esa zona de calma y seguridad donde nada nuevo acontece, surge irremediablemente la insatisfacción y el tedio.

Reconocer nuestra indefensión es en realidad un buen punto de partida. Experimentar el desconcierto tras la embestida de la decepción, la pérdida o el engaño nos obliga de forma inevitable a reflexionar. De hecho, la palabra «crisis» proviene del griego «Krisis» y significa «yo decido, yo juzgo». Es una invitación directa a tomar conciencia y aceptar una clara responsabilidad personal sobre nuestras circunstancias para decidir qué hacer.

Casi sin saberlo,  descubriremos que tenemos nuevos talentos, que somos más fuertes de lo que pensábamos en un inicio y que en esa lucha por la propia supervivencia nos estamos convirtiendo en héroes anónimos. Lo que al inicio parecía una dificultad casi intolerable o imposible de asumir, se convierte en aprendizaje de vida. 

Todos somos víctimas de esta crisis y todos tenemos recursos para afrontarla, pero no podremos solos. ¿Lo lograremos con “los otros” pero, quienes son ellos? Desde la pareja, la familia pequeña, la ampliada, los amigos y nuestros colegas, nuestros colaboradores. Aquellos que durante tantas horas de trabajo comparten nuestro mismo propósito, metas y objetivos conjuntos. Sí, lo lograremos estando unidos y co-responsables los unos de los otros. 

Somos expertos en Crisis

Hay diferentes tipos de crisis: las crisis del desarrollo asociadas a las diferentes etapas de nuestra vida, las crisis situacionales como puede ser la que nos toca vivir en este preciso momento y las crisis existenciales relacionadas con nuestros propósitos o valores… Todas ellas tienen dos puntos en común: afectan a nuestro estado de ánimo y a nuestro comportamiento.

Se estima que en los próximos meses casi el 90% de la población sufrirá en algún momento esta adversidad trasladándola a nuestra dimensión más personal. Seremos, por tanto, en mayor o menor medida, víctimas, de esta circunstancia y de hechos que incluso, nosotros mismos habremos provocado. Sin embargo, todos tenemos recursos para pasar de ese estado de fragilidad e inestabilidad emocional a ese otro punto donde poder vislumbrar nuevas alternativas con las que recuperar las riendas, el equilibrio deseado y alcanzar un nuevo ciclo de maduración.

Esta adversidad es en cierto modo una forma de selección natural. Solo quienes asuman el reto, quienes sean capaces de cambiar de piel, fortalecer la autoestima, superar los miedos y asumir a su vez una actitud resiliente, logran avanzar. Porque el material más fuerte que existe no es el grafeno ni el diamante, es el alma resiliente.

Viviremos intensos días de cambio y de incertidumbre constantes, lo que hoy es seguro mañana puede no serlo lo que ahora nos define, mañana lo podemos perder… 

Estar preparados para el cambio es un recurso psicológico inestimable, un motor de fortaleza que nos permitirá sobrevivir con mayor solvencia sabiendo que detrás de esta crisis, hay una oportunidad.

«Cuando soplan vientos de cambio, algunos construyen muros. Otros, Molinos»









Marcelo Vázquez Avila es Profesor De Comportamiento Humano en la Organización Instituto Internacional San Telmo (Sevilla, España)/ Agosto 2020.