La revolución de las máquinas

Estamos en los albores de lo que ha dado en llamar La Revolución de las Máquinas (The Machine Revolution); una era marcada por grandes avances tecnológicos y científicos relacionados con la robótica, la inteligencia artificial o los superordenadores.

El informe elaborado por la Fundación Innovación Bankinter -extractamos parte de su resumen ejecutivo- nos invita a pensar sobre esta quinta revolución industrial, y a compartir las predicciones a futuro que conllevará este nuevo escenario.

Resumen Ejecutivo, Fundación Bakinter (Madrid, Junio 2015)

Existe un innegable tecnoptimismo respecto a los avances tecnológicos que se avecinan, que nos proporcionarán a buen seguro mejores productos y servicios a un mejor precio y a una escala mayor. La extensión, por ejemplo, de los smartphones y algunas de sus aplicaciones más populares (Whatsapp, Facebook…) son sólo algunas muestras del potencial real de esta nueva era. Los optimistas ven el vaso medio lleno y se muestran confiados en que las nuevas tecnologías y los avances de la productividad harán mejor la vida de las personas. En el otro lado estarían sin embargo los pesimistas laborales. Aquellos que temen y prevén que estos avances tecnológicos plantearán graves problemas en el futuro.

La productividad exponencialmente mayor de máquinas y robots será tan superior a la de la mano de obra humana que se destruirán millones de puestos de trabajo. ¿Cómo gestionar esta realidad? Estas millonarias bolsas de personas inempleables, aquellos trabajadores con menos destrezas, serán los grandes perdedores netos de este futuro al que nos acercamos a velocidad de crucero.

Destrucción creativa

JIBO es un pequeño robot doméstico de cara amigable que entre otras cosas puede conversar, contar cuentos, programar la agenda familiar, hacer fotografías y tener acceso a internet. Un grupo de emprendedores estadounidenses ha logrado, por medio de una exitosa campaña de crowdfunding, la financiación necesaria para impulsar el negocio de este primer “robot social para el hogar”.

JIBO es por ahora poco más que un prototipo; un primer gran paso dentro de una dinámica que todos los expertos dan por imparable: que los robots y las máquinas inteligentes se irán abriendo paso en la sociedad y el mercado laboral.

Las razones para entender esta tendencia son sencillas: las máquinas van a ser cada vez más y más inteligentes, y por lo tanto capaces de asumir labores cada vez más complejas de una forma mucho más eficaz y eficiente que los humanos. Hoy puede parecer ciencia ficción imaginar que una máquina pueda interactuar con el entorno de una forma tan funcional como para sustituir a los trabajadores de carne y hueso, pero los continuos y exponenciales avances en la capacidad de computación de los ordenadores y los caminos cada vez más esperanzadores en el campo de la inteligencia artificial permiten a los expertos ser muy optimistas: las máquinas capaces de trabajar con nosotros e incluso sustituirnos están ya a las puertas y es cuestión de pocas décadas (¿años?) que lo veamos.

En el futuro las empresas dispondrán de grandes ordenadores inteligentes capaces de interactuar verbalmente con las personas en una conversación. Éstos serán quienes, gracias a su capacidad potencialmente mayor de computar, encontrarán ideas y patrones aún no descubiertos por los humanos, lo que ayudará a las empresas a mejorar.

La inteligencia artificial hará el trabajo duro (cruzar big data y hallar patrones), pero siempre será necesario el criterio de las personas físicas para priorizar uno u otro patrón. Los coworkers (o cotrabajadores) serán una tendencia clara de futuro. Y dependerá de nosotros mismos y de cómo desarrollemos esas tecnologías que sean extensibles en todo el mundo y que posibiliten una interactuación que evite una destrucción de empleo masiva.

Otra de las tendencias de futuro relacionadas con el trabajo y las máquinas serán los robots wearables. Es decir, aquellos robots o ingenios robóticotecnológicos que permitirán al ser humano superar sus límites físicos y mentales. No es ciencia ficción, ya está ocurriendo: En medicina, se usan ya en grandes hospitales, desde hace algunos años, robots cirujanos que, manejados por un médico experto, permiten incrementar exponencialmente la precisión y maestría, de forma que se reducen los márgenes de error al mínimo.

Pero el futuro permite aventurar grandes desarrollos en este campo. Así, no es difícil imaginar un empleado humano de una factoría de automóviles que en vez de trabajar con 15 compañeros se viste un robot con el que no sólo es más rápido, fuerte y preciso, sino que además puede trabajar con comodidad desde posiciones a priori no aptas para los seres humanos.

Destrezas, movilidad y mercado de trabajo

El impacto de las máquinas, los robots y la inteligencia artificial serán masivos en el futuro. Está en nuestras manos, no obstante, prepararnos para anticipar el mundo hipercompetitivo al que nos acercamos cada vez más. Si va a haber ingenios mecánico-informáticos capaces de hacer mejor y sin descanso el trabajo de las personas, ¿qué papel jugarán las personas en el futuro mercado laboral? ¿Hay sitio para ellas? ¿Tendremos que acostumbrarnos a vivir en entornos y sociedades en los que el desempleo masivo sea una constante a tener en cuenta? ¿Están los estados y sus sistemas de protección preparados para estos desafíos?

El mundo en el que nos estamos adentrando va a suponer una revolución en muchos sentidos. Especialmente en el mercado laboral. Los expertos creen que se tendrá que reinventar el concepto mismo de trabajo como lo entendíamos hasta ahora. Se acabó el desempeñar un mismo empleo para una o pocas empresas a lo largo de una vida laboral. Las empresas tendrán tareas que alguien o algo deberá desempeñar. Para ello hacen falta trabajadores con mayores niveles de destrezas y capacidad de adaptación.

Las grandes empresas (o aquellas que aspiren a serlo) necesitarán un mensaje, algo que las haga capaces de extraer un plus de sus empleados. Ya no bastará con aportar X conocimientos en un determinado campo. Las compañías que marcarán la diferencia serán aquellas que tengan un relato (un “significado”) y que sean capaces de obtener de sus empleados un esfuerzo y una inspiración desinteresados, verdaderos. Porque de ahí es de donde vienen las mejores ideas y proyectos, las mejores innovaciones y los mayores saltos diferenciales respecto a los competidores.

Los trabajadores del futuro tendrán que decir adiós, en una buena parte, al concepto del trabajo para toda la vida, a tiempo completo y desde una oficina. Además del concepto de tarea, se impondrá una movilidad extrema ya no solo en lo geográfico, sino también en lo funcional. Las personas se acostumbrarán a moverse de unos lugares y ámbitos a otros, en función de lo que éstos sean capaces de ofrecerles y en función de cómo se les valore en el cada vez más estrecho mercado laboral.

Serán necesarios nuevos enfoques para abordar con éxito las reformas del sistema educativo, que tendrá que reinventarse. Se acabó la etapa formativa como un plazo de años determinado.

Los mejores trabajadores serán aquellos que no solo obtengan una educación primaria y secundaria de calidad, sino que logren adquirir nuevas y mejores destrezas a lo largo de toda su vida laboral. Para ello, será imprescindible que las empresas se tomen más en serio la formación continuada de sus empleados, y que las autoridades logren enfocar sus programas de aprendizaje y prácticas codo con codo con la empresa.

La quinta gran revolución industrial

La que estamos comenzando a vivir será la quinta gran revolución industrial vivida a lo largo de la historia de la humanidad. Una revolución que orbitará alrededor de las tecnologías de la información y la comunicación. Un potencial inmenso sobre el que trabajar para ayudar al mundo a alcanzar unas cuotas globales de riqueza y bienestar nunca antes registradas. Pero ese orden más justo no se conseguirá por sí mismo. De hecho forma parte de las responsabilidades del presente diseñar e implementar la forma en la que queremos que se dibuje el futuro.

Una de las claves para mejorar el mundo en su conjunto y no solo los países occidentales pasará por extender al máximo las posibilidades y el alcance de esta nueva revolución tecnológica. Que todo el mundo tenga acceso a la información y las tecnologías básicas no solo será más justo, sino que incrementará la posibilidad de mejorar aún más y encontrar más y mejores procesos productivos, servicios, etc. Pero para extender estas tecnologías harán falta varias condiciones: por un lado unas extensas inversiones en infraestructuras. Los smartphones pueden llegar a las tiendas, pero sin los tendidos de cables y las antenas con las que rebotar las señales se convierten en objetos de lujo casi inútiles. Hará por lo tanto falta que se lleven a cabo importantes programas de infraestructuras en los países menos desarrollados. Será necesario también implementar y asumir nuevos conceptos económicos que chocan con el sistema capitalista de consumo individual.

El planeta tiene unos recursos finitos, y si queremos que el mayor número de personas se puedan sumar a los avances, entonces occidente tendrá que tomarse en serio la sostenibilidad del sistema y tendrá que renunciar a consumirlo todo el tiempo. Se habrán de generalizar conceptos como el reciclaje, el alquiler, el mantenimiento…

Estos modelos de futuro, pese a su inevitabilidad, se podrán encontrar en el presente con todo tipo de obstáculos y reveses. Los ciclos electorales, por ejemplo, complicarán la posibilidad de que los líderes políticos tomen decisiones duras pero convenientes a largo plazo.

El desafío es lograr que los trabajadores pugnen por no perder el empleo o no dejar de trabajar. Así, será el Estado el encargado de ayudar a los empleados de bajo salario a alcanzar unos niveles mínimos de renta (con ayudas directas o bonificaciones impositivas). El trabajo será un bien escaso, pero toda protección al mismo por parte de las autoridades servirá para tener una economía más repartida y una sociedad con más miembros activos.

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Las máquinas van a ser cada vez más y más inteligentes, y por lo tanto capaces de asumir labores cada vez más complejas de una forma mucho más eficaz y eficiente que los humanos.