La autoexigencia, un eufemismo

Por Marcelo Vázquez Avila

El eufemismo es una de las formas en las que se puede utilizar el lenguaje para distorsionar la realidad.

En esta sociedad y particularmente en el ámbito empresarial en el que nos movemos, el término autoexigencia tiene buena prensa, puede entenderse, en el imaginario popular, como que es propio de una persona con gran responsabilidad, objetivos elevados, búsqueda de la excelencia… 

Pero exigirse y exigir más de la cuenta, querer que todo se pueda lograr a costa de cualquier cosa, pelear y discutir en casa, no perdonar ni una y tampoco perdonarnos a nosotros mismos, preocuparnos en exceso antes de que algo suceda, rumiar sobre lo que no está bajo nuestro control, despotricar y quejarnos continuamente, drenar con los nuestros las emociones de rabia y frustración, descuidarnos física y emocionalmente, alterar la alimentación y los hábitos de sueño y descanso… ¡está claro que no nos está proporcionando la deseada felicidad!

¿Cuántos de estos momentos has vivido en estos días? Estos son los comportamientos más dañinos, para nosotros mismos, que pueden darse durante esta etapa de incertidumbre. A esto le podemos sumar la culpa que nos produce el hecho de que querríamos estar bien para ser capaces de atender mejor a los nuestros y a todo lo que nos está pasando. 

En un contexto como el actual (confinamiento y amenaza por coronavirus) es importante saber que las sobre exigencias hacia los demás y con nosotros mismos son el mayor estresor y motivo de frustración que nos invade hoy en día. Estos comportamientos, además, nos llevan a reaccionar de manera impulsiva y no consciente en lugar de actuar desde la serenidad, estropeando así la comunicación con los otros y sumando un problema añadido: el estrés ajeno y el deterioro en las relaciones personales. 

Cuidar la calma, trabajar la paciencia amable y conscientemente, procurar la paz interior, encender la confianza y apagar la sobre exigencia es para nosotros un objetivo deseado y necesario.

Esto se puede conseguir a través de un camino recorrido con atención plena, descansos y respiraciones conscientes a lo largo del día, pensamiento ralentizado, amable y positivo y practicando un poco de meditación. Esta breve práctica diaria puede aportarnos una corriente de calma, paz, y comprensión, aunque la tormenta sea grande. Recuerdo haberte contado en mi anterior Blog, algunas de estas sugerencias:

– La respiración diafragmática. Respirar conscientemente durante 5 minutos por la mañana y  por la noche (o contando hasta 50) es muy saludable. Esto permitirá practicar la meditación para bajar la velocidad mental y la cantidad de pensamientos por segundo en nuestro cerebro.

– Luego, practicar la presencia plena, es decir, mantener la atención en lo que estamos haciendo. Esto es vivir conscientemente. Lo que hacemos es porque queremos hacerlo, si pensamos que hacemos solo lo que “tenemos que” hacer o aquello que “debemos hacer”, como una imposición externa, un mandato social o familiar. ¡Mala cosa! Es bueno que identifiquemos esta forma de pensar y en ese vivir al día, que te propongo, reflexionemos acerca de la responsabilidad hacia nuestra propia persona y nuestras querencias profundas. ¿Para qué estoy vivo? ¿Por qué acepto vivir así? ¿No terminaré viviendo la vida de “otros” y no la mía? 

– Si lo anterior nos resulta difícil, podemos practicar atención cognitiva, esto es realizando tareas que no podamos hacer en automático ni permitan pensar muchas cosas a la vez, como hacer un crucigrama, un sudoku, relajación con música o audio guías. Hoy hay muchas ayudas gratuitas en Internet que ofrecen fundaciones culturales o museos como el Prado de pinacotecas increíbles con fotos de alta resolución y música cautivadora. Son actividades que le permiten al cerebro descansar de los pensamientos repetitivos que le hacen daño. 

– Aprender a pensar en positivo, para que cuando nos aturdan los pensamientos, podamos tener alternativas para conectar con la calma y la paz. La producción de una hormona llamada endorfina que son sustancias químicas naturales, producidas principalmente en el hipotálamo y la glándula pituitaria, a las que recurre nuestro organismo para hacer frente al dolor o el estrés ya que estimula las áreas del cerebro que producen placer y está relacionada con la inhibición del dolor. En circunstancias de riesgo es capaz de disminuir la sensación del dolor físico y emocional, por lo que también permite enfrentar situaciones difíciles como las que estamos pasando. Aunque pueda parecer algo mágico, para estimular su síntesis, se recomienda reír, realizar rutinas de ejercicio, relajarse, escuchar música, leer por placer y meditar. Estas actividades facilitan la memoria y atención, así como la sensación de bienestar y felicidad. El mantener vínculos emocionales, al percibir y dar caricias, besos y masajes, reduce el nivel de cortisol (la hormona del estrés) y la presión arterial, mejorando la relación con la otra persona.

En resumen

El secreto estará en proponernos una mínima organización y desarrollar hábitos a través de nuestra actitud, bien con lecturas saludables, practicando la risa y la sonrisa, focalizándonos en agradecer, viendo las noticias lo justo, practicando técnicas de mindfulness, viviendo en el presente haciendo planes de 24 horas… y confiando más en nosotros y también en los demás.

Marcelo Vázquez Avila es Profesor De Comportamiento Humano en la Organización Instituto Internacional San Telmo (Sevilla, España)/  Mayo 2020.