El talento ¿se nace o se hace?

Pilar Jericó

El talento puede ser desarrollado, pero no siempre se pensó que fuera así. Hasta casi el siglo XIX se creía que el origen de las cualidades extraordinarias era hereditaria (“casualmente”, siempre se habían identificado en personas pertenecientes a la aristocracia o al clero).

De este pensamiento son las fábulas de príncipes criados entre campesinos y que un buen día, revelan sus capacidades. La teoría de la evolución que encabezó Darwin en el siglo XIX desmontó la justificación religiosa/supersticiosa del talento, pero no respecto a que éste fuera hereditario. Incluso, las primeras investigaciones psicológicas reforzaron dicha tesis, como las publicadas por Galton y su alumno Cattel en 1869 y 1874 quienes después de estudiar a personalidades destacadas de la época, llegaron a una importante conclusión: El talento era innato.

Justificación: Todos ellos pertenecían a familias de élite. Por supuesto, no tuvieron en cuenta las posibilidades que habían tenido éstos de estudiar, o el porqué casi todos eran hombres o cosas similares… No fue hasta los años 20 y 30 del siglo XX cuando comenzó a imponerse el criterio de que el talento podía desarrollarse y que dependía de determinados ambientes.

Ahora bien, ¿de qué depende que podamos desarrollar nuestras capacidades? La psicología lleva estudiando desde hace menos de un siglo los factores que influyen para desarrollar nuestro talento, y como sucede en todas las ciencias sociales, incluidas la psicología y la economía (aunque nos pese), los autores no se ponen de acuerdo. Parece unánime que el talento puede desarrollarse, ahora bien, el peso relativo de los factores, hasta que la genética no aclare más interrogantes, es todavía un debate abierto. Sin embargo, hay estudios que han marcado tendencias, como el que realizó Seligman estudiando el perfil psicológico de 110 pares de gemelos univitelinos y 27 pares de gemelos bivitelinos.

Según Seligman, parecía que hay sólo tres factores innatos: la inteligencia lógico-matemática; la capacidad de engordar (lo siento por todos aquellos que nos peleamos con las dietas alimenticias…); y la identidad sexual (… y por los intolerantes que en sus familias tienen personas con otras tendencias sexuales a la suya).

Otro autor que llegó a interesantes conclusiones fue Csikszentmihaly, después de estudiar a 208 estudiantes especialmente capacitados para el arte, las matemáticas, el deporte, la música y la ciencia. Sus resultados ratifican que el talento no es cuestión ni de coeficiente intelectual, ni de nivel de la renta familiar ni de calidad del centro educativo, sino de otra serie de requisitos:

Motivación. La motivación al principio se genera externamente, a través del reconocimiento de los padres en el caso de los adolescentes; después, con el disfrute de la actividad. Este último requisito es, en opinión del profesor Csikszentmihaly, “la principal razón por la que las personas con talento hacen lo que hacen: porque disfrutan haciéndolo”. Esto puede trasladarse al mundo laboral de dos maneras: la necesidad de reconocimiento por parte de los jefes y la necesidad de disfrutar de nuestro trabajo. Richard Branson, creador del emporio Virgin, afirma que su principal lema empresarial es “¡Venga, vamos a divertirnos!”. Por algo será.

Herramientas de conocimiento. El disfrute de la actividad empuja a perfeccionar los conocimientos sobre la misma. La biografía de Thomas Edison relata cómo devoraba todos los libros de física de la librería dónde trabajaba. Esas lecturas le dieron la formació suficiente, puesto que no tenía estudios universitarios, para patentar entre otros inventos la luz eléctrica. Si la motivación impulsa a realizar la actividad, el conocimiento permite mejorarlo.

Generar nuevos hábitos. Por último, el talento se materializa en acciones. Basándose en el conocimiento adquirido, que ofrece información sobre las mejoras en la actividad y la motivación para llevarlas a cabo, se van generando nuevos hábitos en el comportamiento. Pablo Picasso inmortalizó la frase que refuerza esta idea: “La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando”.

Disponibilidad. Aunque el profesor Csikszentmihaly no incluyó este requisito, la disponibilidad de recursos parece ser una premisa esencial para desarrollar el talento. Si las personas no cuentan con los medios necesarios, que a veces puede ser tiempo, será muy difícil desarrollar las capacidades.

Por último, podríamos añadir que un aspecto que nos ayuda a liberar nuestro talento es liberarnos de los miedos. Mientras que la motivación nos impulsa a conseguir un fin, el miedo (a tomar decisiones, a hablar en público, a ser rechazado…) nos frena.

Pilar Jericó es Doctora en Organización de Empresas y Licenciada en Ciencias Económicas y Empresariales. Ha realizado estudios de especialización en estrategia en Harvard University, en Comportamiento Organizativo en UCLA (Estados Unidos) y en la Università di Firenze (Italia). Autora del Best seller “No Miedo y Gestión del Talento”, entre otras publicaciones. Reproducido de la revista del Instituto de Dirigentes de Personal  (INDIPE Mayo de 2011)