Liderazgo e integridad. El legado de Mandela

Por Eduardo Otsubo

Durante los primeros días de noviembre pasado Hugo Porta y el escritor, periodista y documentalista John Carlin participaron juntos, por primera vez en Buenos Aires, de un cálido encuentro para hablar y compartir anécdotas e historias acerca de la figura de Nelson Mandela. El título fue por demás convocante: “Liderazgo e integridad. El legado de Mandela”.

Hugo, como embajador argentino, y John, como corresponsal de The Independent en Sudáfrica, durante 1994 a 1999 fueron testigos directos de la obra realizada por el líder sudafricano durante esos años de gobierno. Ambos tuvieron también el privilegio de tener una relación sumamente cercana a Mandela.

“Mandela tenía la capacidad de hacernos creer que éramos sus amigos”, coincidieron los dos muy afablemente, al destacar su carisma y esa conexión tan personal que generaba cada encuentro personal con él. 

Cada uno de los asistentes al encuentro se llevó alguna reflexión o anécdota, enriquecidas por la mirada de un periodista y escritor reconocido internacionalmente como Carlin, autor -entre otras publicaciones- de “La sonrisa de Mandela” y de “Factor Humano”, que fuera base de la película Invictus. John vivió 8 años en Sudáfrica, testimoniando los últimos 4 del fin de apartheid y la salida de la cárcel de Mandela, luego de 27 años de prisión.

Por otro lado, Porta sumó las vivencias con el ya presidente sudafricano electo, más las enseñanzas acerca del liderazgo y cómo ejercerlo en nuestros propios equipos y organizaciones, siendo justamente Hugo una figura descollante del rugby argentino y mundial, emblema y capitán en el seleccionado de Los Pumas durante 12 años.

Liderazgo e integridad

Me gustaría compartir algunos de los conceptos que más me movilizaron y me invitaron a pensar.

– ¿Qué significa liderar con integridad? A John lo deslumbró de Mandela su total coherencia entre lo que decía y hacía. “Fue una persona íntegra desde donde se lo mire. Esa integridad se hizo presente durante su proceso de casi tres décadas de cárcel en Robben Island, como cuando fue presidente electo y los años posteriores a su mandato. El tenía una visión muy clara de poder lograr la paz en un país a punto de implosionar luego de años de segregación racial  y violencia. Entendió que el camino era la integración en paz, y actuó en consecuencia”.

“Tener una visión y ser una persona íntegra logra inmediatamente la empatía y adhesión de tu gente. Y consolida el liderazgo en un equipo u organización. Ser un líder íntegro permite iniciar el mejor proceso para lograr el objetivo final”, señala Hugo. Un aporte que lleva a preguntarnos si el éxito necesariamente se encuentra reflejado solo en el resultado final o si ya se alcanza en el proceso elegido para llegar al objetivo.

– Mandela eligió el deporte como vehículo de excelencia para cumplir el objetivo de paz de su país. Y no cualquier deporte sino el rugby, que en aquel tiempo era un juego reservado para los blancos.

“Un equipo – un país” fue el lema revolucionario para aceptar el desafío llevar a Sudáfrica el mundial de rugby 1995. Y tuvo serios planteos de su propia gente, a la que logró convencer de que éste era el camino. Todos recordarán a Cherster Willimas, el único jugador negro en esa alineación sudafricana. Hoy, el equipo campeón del mundo por cuarta vez es capitaneado por Siya Kolisi y la integridad racial no es un tema en cuestión.

John y Hugo estuvieron presentes en la final del 24 de junio de 1995 en el Estadio Ellis Park de Johannesburgo. Desde distintas butacas, ambos vivenciaron como antes del partido, Mandela ingresó al campo con una camiseta de los Springboks y el estadio se vino a bajo vitoreando: “Nelson, Nelson, Nelson…” Un momento único para los dos y para el mundo.

“¿Qué hubiese pasado si Sudáfrica no ganaba ese partido?”, le preguntaron a John. “Quizás la película Invictus no hubiese tenido el impacto que tuvo… Creo que la tarea ya estaba hecha. Pudo desactivar un potencial escenario de guerra civil por un camino de paz”, afirmó.

– Mandela tenía la misma atención y cordialidad con la Reina Isabel como con sus carceleros o con el último cocinero del hotel donde podía hospedarse. Tanto Porta como Carlin compartieron innumerables anécdota que daban testimonio de esto. El ponía mucha atención también a ver cómo las personas se relacionaban con aquellas que no les eran de utilidad. En la sencillez del trato a la gente humilde de la calle, al taxista, al portero o al barrendero. ¡Vaya enseñanza esto de poder mirar y sonreír a mucha gente que invisibilizamos a lo largo del día no solo en la organización donde trabajamos sino nuestra vida diaria!

“Nelson Mandela no era un santo, como muchos pretenden encasillarlo. Era un líder y un político pragmático”, enfatizó John. “Aunque debemos reconocer, y estamos de acuerdo, que todos sucumbíamos a su sonrisa y a su presencia”, anotó Hugo.

“Es verdad, Mandela entraba en cualquier salón y era como la llegada de un rey”, acotó John.

Con el tiempo y luego de haber leído y escuchado tanto sobre él me surgen dos reflexiones:

John hablaba de Mandela como político pragmático. Pero cuando ese pragmatismo no se sustenta en la integridad se convierte en puro oportunismo. Y la mirada es a muy corto plazo. Tenemos pruebas de sobra sobre la falta de líderes políticos con este perfil en este tiempo. Pero no está demás demandar que este tipo de liderazgo sea un aspiracional no solo en la política sino en el deporte, en las organizaciones y en toda actividad que amerite manejo de equipos.

Mandela tuvo la capacidad o virtud de poder hacer de lo ordinario algo extraordinario. De hacerse la cama cada día hasta viajar, ya muy avanzado en edad y retirado de los focos de la política, a visitar y consolar a su carcelero por la muerte de su hijo. De recordar el nombre y la situación personal de cada colaborador a felicitar en público a sus detractores periodísticos por su capacidad profesional, dando cuenta que leía sus publicaciones. Con esa sonrisa tan especial. Y es esa virtud que, pareciendo ser tan sencilla en su expresión, tiene una dimensión muy profunda. Porque conlleva tomar conciencia de cómo nos paramos frente a lo que nos acontece cada día y frente al otro. Esta es otra de las invitaciones que rescato del legado de Madiba: “Hacer de lo ordinario algo extraordinario y agradecer por ello”.

La invitación a una interpelación personal

Cuando en general escuchamos acerca de una persona tan genial y ejemplo de integridad como Mandela caemos muchas veces en la tentación de “balconear” su historia; admirarla pero tomando una cierta distancia. No soy la excepción claramente. Pero cuando todo lo recibido podemos llevarlo a nosotros, a nuestro día a día, esta interpelación personal hace que los valores que su vida irradió nos penetre y nos haga mejores personas.

Y esto repercute en todos los ámbitos: en nuestra familia y relaciones sociales, en nuestro equipo, en nuestro trabajo… Y es en esta integridad en lo que decimos, pensamos, sentimos y hacemos donde se amasa un buen líder.

Eduardo Otsubo es Lic. En Ciencias Políticas y Relaciones Internacional. Editor y especialista en comunicación interna corporativa. Director a HUMANA, agencia de comunicación integral con foco en el desarrollo espiritual de las personas y de las organizaciones en Latinoamérica. Responsable de la idea y la realización integral de “Experiencia Mandela” (6 de noviembre de 2023).